Pensar en la iglesia

En general, la gente hoy no va a una iglesia a discutir, polemizar, dialogar. No. Van para recibir soluciones mágicas, respuestas únicas. No quieren pensar porque, ¿no es la iglesia el lugar para estar en paz? ¿No está el mundo lleno de preguntas preguntas pendientes de responder como para que también la iglesia lo sea?

Por eso aborrecen el conocimiento. El conocimiento trae problemas, dudas, cuestionamientos. El hermanito que estudia es el raro, el problemático, el conflictivo. El hermanito que dice a todo sí es el ejemplo, el dócil, el obediente. Hay una cultura de la ignorancia, una apología del que no conoce, del que no lee.

La Iglesia (con mayúscula) se convierte en la única guardiana y depositaria de la verdad. Y sus representantes se adjudican el monopolio de la interpretación y aplicación de esas verdades. He visto a gente culta, leída, estudiada, caer seducida por predicadores primitivos y limitados.

«Tantos libros te han vuelto loco». ¿Cuántas veces habré escuchado esto? Yo, y he aquí la bendición que les comparto, estoy rodeado de personas pensantes, con las que discutimos horas, días sobre detalles que todos los demás consideran triviales. Son estos hermanos y hermanas, a quienes considero mi familia espiritual, verdaderos creyentes y no muñecos de ventrílocuos que repetirán sus dogmitas. Son los que se atreven a preguntar «¿ por qué?», y que no consideran pérdida de tiempo intentar responderla.

Y ya. Pregúntense: «¿y si esto que el predicador dijo en el sermón del domingo no fuera cierto?». Salga de su cajita. Lo que verá afuera es maravilloso. Único.

Treinta años después…

Una secta llegó a México hace treinta años. Afirmaba que se apegaba cien por ciento «a la Biblia». Vamos a hacer dos simples preguntas, un sencillo examen.

  • ¿Cuánto tiempo tardó la Iglesia del primer siglo en nombrar diáconos, maestros, ancianos, pastores, profetas? (Si se quieren ver más quisquillosos, podrían preguntarse si realmente existía la «ordenación» en esa primera Iglesia). ¿Se tardó treinta años?
  • ¿Cuál es la manera bíblica de «nombrar», entrenar, educar o como se le quiera llamar a esos puestos, oficios, funciones? ¿Iban a una escuela? ¿Se elegían por mecanismos democráticos? ¿Los nombraba un apóstol?

Sí lo ven, ¿verdad? La Biblia no es un manual de construcción de instituciones religiosas. Pero, en todo caso, «fundar iglesias» y luego «nombrar líderes» es creer que la carreta va a dirigir a las mulas, con todo respeto.

Pero, venga, no hay bronca, llámenle «evento histórico», describan cómo llegar en transporte público, pidan que no lleven niños (una iglesia que nombra «Ancianos» y que no logra educar a sus niños, oukei) y tomen muchas, muchas fotos y selfis. 😉

¿Jesús es la verdad?

[Después de una muy interesante plática con hermanos a los que considero altamente inteligentes y espirituales, quiero reflexionar sobre esto de Jesús y La Verdad. Así que, quedan prevenidos: vienen publicaciones que contienen reflexiones que los pueden dejar fuera de sus iglesias. Luego no digan que se les dijo. 😂 Va.]

1

En uno de los pasajes más dramáticos del Nuevo Testamento, en el interrogatorio de Pilato a Jesús, se registra el siguiente intercambio:

Jesús: […] Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

Pilato: ¿Qué es la verdad? (Juan 18:37-38)

¡Y no hay respuesta! La entrevista prácticamente termina ahí.

Antes, Jesús había declarado: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. (Juan 14:6)». Y todos los cristianos gritamos ¡amén!

¿Qué queremos decir cuando afirmamos que «Jesús es la verdad»? ¿Qué está preguntando Pilato? ¿Es una pregunta filosófica, teológica, de vida?

Preguntémonos en serio eso: ¿qué es la verdad? Porque, eso sí, cuando escuchemos en automático, sin pensarlo, respondemos: ¡Jesús!

Tengo la sospecha que 1) muy poquitos van por la vida preguntándose eso de La Verdad; 2) muy pocos entendemos qué implica eso de que «Jesús es la verdad»; 3) y todavía hay menos que en realidad quieren saberlo. La consecuencia es que, si no entendemos qué están diciendo esos pasajes y los soltamos sin más estamos diciendo o creyendo una tontería mayúscula. Déjenme pensar en voz alta.

2

La Biblia utiliza figuras retóricas casi todo el tiempo. Una figura retórica típica es la metáfora. Ejemplo: «tus cabellos son de oro y tus ojos dos lunas». ¿Hay alguien que piensa que esto es literal? Si lo fuera, en realidad estaríamos ante un engendro. Más bien, tenemos comparaciones de dos elementos para resaltar la característica de uno de los dos. En el ejemplo, quizá estemos frente a una persona de cabello rubio y ojos grandes.

Veamos una metáfora bíblica: «Jesús es el camino». ¿Alguien considera a Jesús como una avenida, vereda o sendero real? ¡Nadie! Lo que quiere decir, muy en resumen, es que si seguimos su ejemplo, si le creemos, vamos a conocer al Padre.

El reto obvio es descubrir cuáles son recursos retóricos y cuáles son afirmaciones literales en la Biblia. Y aunque hay pasajes muy complicados, en general, hay otros en que es evidente que estamos frente ante una licencia poética.

3

Cuando Jesús dice que él es «la verdad» está utilizando una metáfora. Eso debe quedar claro desde ya. Por eso, decir que Jesús, la persona, es «La Verdad», es tan absurdo como afirmar que Jesús es un camino real o un pan de esos que venden en la panadería.

He pensado que algunas veces yo lo llegué a afirmar, quizá por ignorancia, por pereza mental o porque pensaba que todos entendían que estábamos frente a un recurso retórico. En cualquier caso, es un error garrafal.

Para entender la pregunta de Pilato debemos recordar que los romanos bebieron de los griegos un montón de conceptos. Y aquí aparece ya esa palabrita: ¿es la verdad un concepto? Platón decía que en el mundo de las ideas existía una solo concepto de las cosas, digamos, La Silla, El Árbol, y entonces, debería existir La Verdad. Esa verdad está relacionada con la realidad. De hecho, hoy por hoy, en la vida diaria, tendemos a relacionar la verdad con la realidad: mi celular es de color negro (verdad). Si digo que es rojo, miento (no-verdad).

Por supuesto, la cosa no es tan simple. Dibuje un número seis. Ponga a dos personas mirando ese número, una de arriba hacia abajo y otro de abajo hacia arriba. La persona A dirá que es un seis, la persona B dirá que es un nueve. ¿Mienten? ¿Hay dos verdades?

Preguntas graves que Jesús resume en uno de los «Yo Soy» más célebres. Si es cierto que Jesús es la verdad, entonces debe ser que hay una mentira. Y todos aquí coincidimos: el enemigo, el mundo de los sentidos, la carne, es la mentira. La vida que vale la pena, la muerte digna, el respirar cotidiano que sirve sólo puede ser en y para Cristo.

Ahora sí, gritemos ¡Amén! como buenos cristianos.

[Advertencia final: Esta reflexión no pretendía definir «La Verdad» desde el punto de vista filosófico o epistemológico, sólo quería pensar en voz alta, con ustedes sobre este tema. Gracias, bye.]

Perfeccionar a los santos

El pasaje de Efesios 4:11-16 nos regala una gran pieza de información, que debiera ser de enorme utilidad para la Iglesia hoy:

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

¿No sería más eficiente que una sola persona dirija a la iglesia? Al fin y al cabo es un sólo Dios quien dirige toda la obra divina. O ya, si se quiere, un líder principal apoyado por otros. Eso no enseña la Escritura. Más bien, Pablo escribió en la carta a los Efesios que en el cuerpo de Cristo hay pluralidad de ministerios y éstos tienen tres propósitos:

  1. “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
  2. “La edificación del cuerpo de Cristo”
  3. “Que ya no seamos niños fluctuantes”

Si el cuerpo (la iglesia) utiliza estos ministerios, la consecuencia es la unidad, la armonía y el crecimiento en amor.

Hay en todo este pasaje un énfasis en la importancia radical de saber identificar los diferentes ministerios. El texto parece dar por sentado que el lector ya sabe qué implica cada uno de los cinco ministerios1:

  1. Apóstoles
  2. Profetas
  3. Evangelistas
  4. Pastores
  5. Maestros

Hay discusión sobre si esta es una lista exhaustiva, es decir, si estos son los únicos ministerios de la Biblia, o si tan solo es una lista representativa y habría más ministerios (por ejemplo, el del Obispo o anciano y el diácono de los que Pablo habla a Timoteo). Dejemos pendiente esa discusión y reflexionemos sobre esto: ¿cuál es la clave para que una iglesia crezca?

¡Que haya pluralidad de ministerios!

Más específicamente, según Efesios, una iglesia crece, se mantiene unida, vive en armonía, cuando hay, al menos, “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros”.

¿Por qué se nos hace muy fácil aceptar que sigan vigentes los “evangelistas, pastores, y maestros” pero levantamos la ceja en señal de sospecha cuando alguien se presenta como el “apóstol fulanito”? Es muy probable que sea por la locura en la que los llamados “apóstoles” y “profetas” de esta época han convertido a cientos de comunidades. Vale decir que la Escritura no pone una fecha de caducidad a esos ministerios. Cuando en 1 Corintios 13 Pablo habla del cese de ciertas manifestaciones, no lo refiere a los ministerios de Efesios 4. Si hace mucho ruido que hoy existan apóstoles o profetas, digamos que, como mínimo, esos ministerios siguen vigentes. Sí, es una acrobacia semántica, lo sé. Pero la Biblia dice lo que dice.

Un primer descubrimiento, entonces, es que en cualquier comunidad cristiana donde exista un sincero deseo de crecer una sola persona haciendo todo el trabajo no es suficiente. Pero, ¿qué es crecer? El mismo pasaje lo dice con meridiana claridad:

1 “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio”
Pablo nos va a decir que esos cinco ministerios sirven para hacer exactos, precisos, bien entrenados a los creyentes para la obra, para servir a otros. Algunas versiones van a traducir la palabra griega καταρτισμός como “equipar”. ¿Cómo un creyente va a ayudar a otros sin un pastor que cuide o uno que le enseña a evangelizar? ¿Qué enseñanza va a compartir sin un maestro que, a su vez, le enseñe a él? Los grandes disparates y tonterías que se enseñan hoy en muchas iglesias tienen su origen en la falta de maestros de la Biblia serios y comprometidos.
Es curioso que esto, la ayuda y el servicio a los demás, sea la primera consecuencia que coloca la Escritura de tener los cinco ministerios. Un cristiano sirve a su Dios o no sirve de nada.

2.“La edificación del cuerpo de Cristo”
¿Hasta dónde hay que “edificar el cuerpo? Pablo responde: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. De nuevo, el énfasis está en el otro. Un apóstol no está ahí para tener fama, dinero y poder, está ahí porque debe colaborar a la edificación, a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. El crecimiento que tiene en mente la Biblia no es una cosa humana. A pesar de que suene arrogante y hasta imposible, la comunidad cristiana debiera pretender que todos y cada uno de sus miembros conozca realmente a Cristo y (esto es un salto mortal) al mismo tiempo, que crezca en perfección hasta alcanzar la plenitud de Cristo. Si en Cristo reside toda la divinidad, crecer significa, sin más, que uno va deificándose, que uno va mostrando más y más la divinidad. No se trata de ser mejores que el mundo, eso se da por descontado, se trata de ser como Dios mismo. Palabras mayores, pues.

3.“Que ya no seamos niños fluctuantes”
Aquí, Pablo va a usar más palabras, va a contrastar, va a decir qué cosa no debe ser un creyente. ¿Qué es un niño?: alguien que fácilmente cae en los engaños de los hombres malvados. Estos engaños son de palabra, de doctrina. Con estratagemas, se aprovechan de las “artimañas del error”. Al contrario, un cristiano maduro, sigue la verdad en amor y crece en (y como) Cristo. Este crecimiento es integral: “crecer en todo”. La frase en griego (αὐξήσωμεν εἰς αὐτὸν τὰ πάντα) podría traducirse como “debemos crecer en Él (Cristo) en todo”. Cada creyente, en cada célula de su cuerpo espiritual debe aspirar a crecer, a madurar, a ser Cristo.
Aquí, por supuesto, viene una trampa que utilizan las iglesias de todo calado. Dicen algo así: “la Biblia dice que no debes cambiar de doctrina, que eso, cambiar de doctrina, en realidad te delata como un niño”. Con este argumento, con la repetición que todo lo bueno se le debe a esa iglesia, los creyentes siguen presos en las doctrinas que esas comunidades enseñan como verdades reveladas. Pero Pablo aquí dice que son justo esas enseñanzas que se alejan de la verdad revelada (la Biblia) las que están equivocadas. ¿La doctrina de su iglesia está alejada de la Biblia? ¡Aléjese de esa iglesia y regrese a la doctrina bíblica!

Hay que notar cómo este pasaje va jugando con la dicotomía creyente-comunidad. Los cinco ministerios entrenan a cada creyente individual para el trabajo en equipo. Cada uno debe crecer para que, entonces, el cuerpo (la iglesia) vaya creciendo. Por eso, no es casualidad que el pasaje termine con un regreso al origen: no hay que olvidar quién, en realidad, es la cabeza, el único líder, el modelo, el principal ministro, es decir, Cristo Jesús:

…la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.

¡Bellísimo pasaje! Usted puede pensar que su trabajo es insignificante, pero no es así. La uña del dedo pequeño del pie izquierdo sigue contribuyendo al crecimiento. Si una célula del párpado derecho falla, todo el cuerpo sufre. Pero no sólo eso: todos se ayudan mutuamente, según lo que saben hacer. Así, el cuerpo crece, se construye en amor.

¿Nota la responsabilidad personal de cada creyente en la edificación de la Iglesia? Cuando se dice que la Iglesia es de todos, no es un discurso populista. Pero sí lo es cuando en realidad sólo se fomenta, premia y reconoce uno sólo de los cinco ministerios. Si el predicador monopoliza la asamblea de los creyentes, ésta ni es asamblea ni necesariamente está creciendo. Las iglesias se vuelven propiedades o empresas personales de los líderes cuando éstos y no todos los creyentes, llevan las riendas. ¡Eso es precisamente lo que practican miles de iglesias!

No. En una iglesia que está creciendo, existen esos cinco ministerios y, en realidad, en la práctica diaria, todos son responsables del cuerpo. Todos y cada uno. El predicador, el pastor, el apóstol, son en realidad un miembro más. La estampa que nos queda de una iglesia así es la de un cuerpo sano, en forma, activo y en armonía. Lo que siempre debió ser la comunidad de creyentes.

¿Y de dónde sacamos esos cinco ministerios?

Parece cliché, parece ser una no-solución, pero la Escritura lo dice con todas sus letras: él mismo constituyó Así de sencillo. La Iglesia no necesita talleres para generar pastores ni convocatorias para contratar profetas. No. Dios ya los constituyó. La frase καὶ αὐτὸς ἔδωκεν τοὺς μὲν se traduce más recientemente con el simple: “él dio a algunos (el ser)…”. Esos son regalos a la iglesia que Dios envía.2 Aunque suene muy poco alentador, pero si Dios no los provee, no intente formarlos artificialmente, de lo contrario, su iglesia3 tendrá un crecimiento artificial. O los regalos vienen de Dios o no son.

Un comentario final. ¿Dónde están los números de creyentes a la alza en este pasaje? ¿Se puede inferir de esta escritura (y de otras) que la salud del cuerpo se puede medir por el número de personas que llegan a la comunidad? No. De hecho, ese tipo de “crecimiento” ni por asomo se encuentra aquí. La siguiente ocasión que su predicador de cabecera le diga que una iglesia sana crece, pregúntele a qué se refiere con eso. Si su respuesta es que es el proselitismo, que una iglesia sana crece de los cien a los mil y de ahí a los diez mil, ámelo, dele un beso santo y en ese amor, corríjalo. Ganará tesoros en el cielo.


  1. Hay un debate sobre si son cinco o cuatro ya que las últimas dos palabras podrían indicar que en realidad es uno solo: el de pastor-maestro. 
  2. Es interesante notar que el texto no dice ni regalo ni ministerios. Estas son etiquetas que se colocan a posteriori. 
  3. Por supuesto, la frase “su iglesia” es ya reveladora de la visión que se tiene de la iglesia. Si existe algo como “su iglesia”, seguro no existe la iglesia de Dios. 

El sistema tóxico kipmaquiano

La Iglesia de Cristo en México AR (ICMAR) es un producto de importación. Un señor llamado Kip McKean fundó un grupo religioso que en inglés se llamó International Churches of Christ (ICOC). Cuando a principios del siglo XXI algunos de sus antiguos camaradas se rebelaron y lo sacaron, Kip se fue a fundar otro grupo religioso. Le puso International Christian Church (ICC). Además de su obsesión por lo “internacional”, Kip no cambió su “teología básica”. Tampoco sus prácticas privadas: sigue siendo un ser más o menos hipócrita que dice algo en el púlpito y otra cosa debajo. Sigue medrando de los dineros que sus feligreses le dan (muy el dinero de sus feligreses, eso sí). Sigue diciendo que para ser cristiano usted debe ser bautizado por inmersión en agua, si usted nunca jamás ha sido bautizado en agua, no es cristiano. Seamos más específicos: si usted nunca se ha bautizado EN ALGUNO DE LOS MOVIMIENTOS CREADOS POR KIP MCKEAN, usted no es cristiano. Kip sigue creyendo que toda iglesia debe tener un líder central (o sea, él). En el colmo de la locura, llama perdidos a sus propios hijos (los de la ICOC). Su unidad es esta: “vengan, ICOCs, vengan y sujétense a mi liderazgo”. Si esto le suena al papa romano, es usted muy perspicaz.

La única manera en que Kip perdonara a sus antiguos hijos es que ellos lo volvieran a instalar en su puesto. Sí. Como lo leyó. El problema, según Kip, es que, al alejarse de él, sus hijos de la ICOC perdieron el rumbo (que él había trazado «movido por el espíritu»). Todos los vicios y todas las crisis actuales tienen su origen en 2003, cuando le quitaron su puesto de líder principal de todas las iglesias del mundo. A partir de ahí, se desviaron. ¿Por qué llama “remanentes” a los de la ICOC que quieren regresar con él? La respuesta es obvia: porque estos creen que la teología de Kip es correcta y que la ICOC se desvió. En otras palabras, usted demuestra que es todavía santo (y verdadero) si cree que la de Kip es la única, mejor, verdadera doctrina cristiana.

¿Cuál es el error de estos “remanentes”? ¿Ya lo vio?: la ingenuidad (o torpeza) de creer que la ICMAR (ICOC) estaría mejor ¡con lo que dice Kip! Tan delirante como esto. No se dan cuenta que la ICC terminará igual que la ICOC por la misma razón: la teología envenenada de Kip McKean. Él es el creador del sistema. Les miente cuando dice que la crisis de la ICOC vino después de que se fuera él. Como el mismo Satanás, Kip empieza sus explicaciones así: “con que sus líderes les han dicho esto… pues aquí va mi verdad”. No. Muchos de esos “remanentes” no se dan cuenta que la crisis vino desde antes, mucho antes de que Kip fuera separado. Suena exagerado decir que esa crisis inició desde finales de los años setenta cuando él y su hermano fueron expulsados de una comunidad cristiana acusados de dividir. ¡Nada nuevo bajo el sol! Y cuando ellos, los “remanentes” piensan que van a estar mejor con Kip que con sus líderes ICMARs son tan ingenuos o tan necios como si una persona con una pierna amputada creyera que por cambiarse de zapatos le fuera a crecer la pierna cercenada. Absurdo como se le quiera ver.

De hecho el problema de la ICMAR fue (es) que está pegada a los paradigmas de Kip. No lo van a reconocer nunca, pero lo cierto es que no hicieron nada por diferenciarse de los narcóticos espirituales inyectados por Kip McKean. Y Kip (y los suyos) lo saben. Tan lo saben, que su propuesta es volver a lo que la ICMAR perdió: la cultura de la culpa, la intromisión a las vidas de los creyentes, la iglesia como única manera de ir a Dios, los líderes como puentes únicos (como vicarios) para tener una mejor vida espiritual. ¿Recuerdan cómo era la ICMAR en la época del reinado de Kip? “Llena de amor” responden los más. ¿Y cómo es el “nuevo movimiento”? “Lleno de amor”, responden los más. Es una repetición nauseabunda que terminará como terminó (o como está terminando) el sistema en la ICMAR: fraudes, escándalos, politiquería entre líderes, traiciones, divorcios, retiros de solteros, matrimonios endogámicos, mujeres humilladas, líderes vilipendiados. Y la razón es clara: el sistema, la doctrina, lo que promueve Kip McKean es tóxico, es venenoso.

Y sí: hoy todo es muy bonito, como en “el inicio”. Todos lo buscan y lo tratan bien, como en “el inicio”. Todos hablan de lo bonito y hartísimo maravilloso que es estar con los hermanos como en “el inicio”. La iglesia “crece”, como en “el inicio” (verdad a medias, a todas luces, sólo analicen sus estadísticas). Y como en el inicio, hay ahí abusos emocionales, autoritarismo, sectarismo, torceduras de las escrituras que claman al cielo, hermanos expulsados y humillados. Y la verdad, pregunten a Kip que cuál es su concepto de nuevo cuando su “nuevo movimiento” lleva más de 10 años. Pregunten cuánto necesitan para que deje de llamarle nuevo, porque en una de esas, ya está siendo odre viejo, viejo. Y entonces, cuando vuelvan a la decepción, igualita o peor que en la ICMAR (ICOC), por favor, por amor a ese Dios en el que dicen creer y por el cual se meten en sectas destructivas, ¡sean libres del oscuro Kip y de su sistema! ¡Cristo no es exclusivo de su microscópico grupo religioso!

«Hermanos, les ruego que se fijen en los que causan divisiones y ponen tropiezos, en contra de la enseñanza que ustedes recibieron. Apártense de ellos, porque no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a sus propios apetitos, y con sus palabras suaves y agradables engañan el corazón de la gente sencilla.» (Romanos 16:17-18)

¿Prevenir es estar amargado?

De vez en cuando debemos repetir el mismo razonamiento para que los despistados, confundidos o mala leche (o todos al mismo tiempo), sean orientados, aunque sea un poquito y aunque suene repetitivo. Veamos:

Imagine que usted sabe que hay una esquina en su ciudad donde los delincuentes roban, abusan y, en general, hacen cosas malas contra los transeúntes. Además, en esa esquina hay una coladera abierta y un bache profundo en el pavimento. Usted sabe, por experiencia personal, que las luminarias están fundidas, que no hay vigilancia, que es, pues, una esquina muy peligrosa. Usted, dicho sea de paso, la evita todo el tiempo, así tenga que dar más vueltas.

Imagine que su esposa, madre, marido, padre, abuelo, hijo, sobrino, amigo de la infancia o alguien que usted estima mucho, va a pasar por esa esquina. Que mañana va a llegar a esa esquina peligrosa justo a las 10:30pm, ya cuando no hay luz del día. ¿Qué haría?

a) Se queda callado, no vaya a ser que asuste a ese ser querido.
b) Finge que no estaba enterado que ese ser querido iba a pasar por la esquina y finge también que no sabía de la peligrosidad de dicha esquina.
c) Lo busca, lo localiza por todos los medios posibles y le informa qué ocurre por ese camino que va a tomar.

Yo elegiría el inciso C. Punto. Ya después hago cualquier otra cosa: llamar a la policía, fundar una patrulla de vecinos que vigilen esa zona, solicitar que instalen una cámara de seguridad y que arreglen las luminarias. Pero, mientras eso no ocurra o incluso mientras lo hago y yo sepa que ese lugar es peligroso, seguiría gritando a los cuatro vientos: ¡CUIDADO CON ESE LUGAR!

Si por hacer eso me llaman amargado, loco, demente, exagerado, miedoso, frustrado, neurótico, escandaloso, sangrón, atado al pasado, ingrato, que no perdono, que no olvido, que mejor me acuerde de todos los bellos momentos que pasé en la esquina del terror, que todas las esquinas en esta ciudad son igual de feas y peligrosas, que mejor me ponga a vigilar o que mejor funde mis propias esquinas seguras; si por eso me llaman así y mis amigos me dejan de hablar, me importa dos pepinos… o uno. Si puedo ayudar a alguien a no ser lastimado y a no correr riesgos, aunque todos los demás me insulten, seguiré haciéndolo.

Ahora bien, si esa persona quiere pasar por ahí, si mi trabajo de prevención se lo pasó por el arco del triunfo, poco o nada puedo hacer. Sin embargo, en mi conciencia quedará que al menos intenté hacer algo para que no le ocurriera eso feo. En todo caso, el que por su gusto muere…

Y sí: el que sabe hacer el bien y no lo hace…

Y sí: no sólo son esquinas, también son… sectas religiosas. Ni modo, aquí me toco vivir. Afortunadamente, usted tiene la opción de no leerme, de bloquearme de su lista de contactos, de borrarme de su memoria y, en fin, de dejarme con lo que usted llama amargura y yo simplemente llamo deber. El deber de anunciar que el Dios de esas sectas no es el Dios que predicó Cristo Jesús, al que llamo, Maestro.

“Anímense con estas palabras…”

¿Para qué se reunían los cristianos en el primer siglo? Lo que nos llega de las Escrituras podría no ser una lista exhaustiva, pero, volvamos al tema de ser bíblicos, y preguntémonos mejor:

Lo que usted y su iglesia hacen ¿se parece, al menos de lejos, a lo que usted lee en el Nuevo Testamento?

Trate de ser honesto. Aunque duela.

Yo solía asistir a un grupo religioso que presumía de ser bíblico. Dejemos de lado que tenían un lema un poco riesgoso “donde la Biblia calla, nosotros hablamos” y digamos que para ellos eso de ser bíblicos era tener actividades que se parecieran a lo que la Biblia decía. El gran peligro (para quien enseñaba tal cosa) era que cualquiera que viera la lista de preocupaciones de los líderes y las comparara con aquellas del texto bíblico descubriría que las prioridades e incluso las actividades tenían poco que ver. Acá una lista:

  • Luces y sonido. Sí, quizá una de las principales preocupaciones cuando nos reuníamos era que no fallara el micrófono. Cuando nos robaron el equipo de audio, el líder estaba en la tristeza total. Lo mismo cuando proyectábamos algo: el proyector siempre fallaba cuando no tenía que hacerlo. La verdad es que era una ansiedad terrible que alguien quisiera presentar un power point o un video al público, no fuera a fallar el equipo a la mera hora.
  • Campañas evangelísticas. Se nos enseñaba que el crecimiento era sinónimo de nuevas personas convertidas. El silogismo era simple: una iglesia sana crece (en número de miembros), una iglesia enferma no crece. Con esto en mente, los debates sobre días, temáticas, nombres de las campañas, impresión de propaganda, programa, invitados especiales, eran interminables. A veces poníamos nombres de telenovelas o películas de moda (no dudo que alguien hoy en día dijera algo como “Escuadrón Suicida para Dios” o una cosa similar. No se rían, es serio), otras veces los predicadores nos fallaban, algunas discutíamos si poner un baile o mejor al hermano que cantaba bonito… ¡qué inmisericorde forma de perder el tiempo!
  • Recolección de dinero. Este tema quizá compite con cualquier otro en importancia. Un dicho común era que para Dios el dinero no era importante, pero para el mundo sí, y como nosotros estábamos en el mundo, pues necesitábamos monedas. Vi muchas veces la cara de preocupación en líderes que veían cómo el dinero escaseaba. Se hacían planes, se exaltaba a los hermanos que daban sus cuotas, se regañaba y amenazaba con maldiciones (bíblicas, obvio) a quien no diera. El dinero era un verdadero dolor de cabeza cuando no había y una gran alegría cuando abundaba.
  • Talleres para solteros, casados, adolescentes, madres solteras y un largo etcétera. En algún momento se creyó que era buena idea separar por edades o por estado civil a la iglesia. Esto sólo generó divisiones, pero además, la atención que la iglesia daba a cada grupo dependía del estado y el ánimo del líder en turno. Cuando un líder principal era soltero, el ministerio de solteros tenía mucha relevancia; ese mismo líder se casaba, ahora los matrimonios eran importantes; tenía hijos, la enseñanza para padres se convertía en lo relevante; los hijos eran adolescentes, pues el grupo de adolescentes se fortalecía. ¿Se adivina el resultado? Una iglesia que da bandazos, que un día quiere una cosa, otro día quiere lo contrario. Y recursos ingentes se gastaban para mantener esos grupos con cierta salud “espiritual”. Por supuesto, había “fiestas de solteros”, “fiestas de casados”, retiros de jóvenes y así ad infinitum.
  • Ministerios de música y una lista larga de otros ministerios. Si el sonido ocupaba gran atención en los servicios, la música tenía también su propio lugar. El coro era un rompecabezas que iniciaba por cuestiones técnicas (¿a capella o con instrumentos?) y terminaba en primeros auxilios emocionales (el líder del coro ya está viendo con ojos de lujuria a la hermanita del coro o viceversa). De ahí a los interminables ministerios que surgían. Llegó a existir un ministerio de poner y quitar sillas… que peleaba con el ministerio de la música que tenía que llegar temprano y se quejaban de los ruidos que hacían los del ministerio de sillas, que a su vez se quejaba con el de Santa Cena porque desordenaban las filas y éstos a su vez se enfadaban con el cuidado de niños porque los responsables no lo eran tanto y los niños gritaban como posesos a la mitad de la oración… y un largo viacrucis para que en el momento del sermón hubiera cierto orden y armonía y el predicador no se enojara y lanzara anatemas desde el púlpito al ministerio del sonido…

Esos son sólo algunos ejemplos de prioridades en una iglesia. A cambio, sólo como ejemplo, el Apóstol San Pablo dice a los Tesalonicenses: “Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras (1 Tes. 4:18)”. ¿Cuáles eran esas palabras? ¡La resurrección de los muertos! Y si revisamos 1 Corintios, veremos una lista de los asuntos y problemas que aquejaban a esa iglesia y que interesaban poner por escrito a Pablo:

  • Divisiones en el que los grupos en pugna tomaban a su propio caudillo.
  • Relaciones sexuales (oh sí, matrimonio, prostitución e incesto desfilan en las páginas de 1 Corintios).
  • Problemas entre cristianos que terminaban en pleitos legales ante jueces no-cristianos.
  • Qué era y cómo se tenía que tomar la Santa Cena.
  • Los dones milagrosos y las manifestaciones espirituales.
  • La manera en la que se debían ordenar las reuniones cristianas.
  • La resurrección de los muertos.
  • La ofrenda para los santos.

¿Se parece esta lista a las preocupaciones de su iglesia? O quizá ya somos de una generación tan madura y tan espiritual, que eso que Pablo escribió ya está muy fuera de moda y pues solo sirve para pasar un rato de sano esparcimiento espiritual. Quizá, si Pablo escribiera hoy, tendría una línea para el ministerio de niños y otra para el equipo de audio de los inmuebles donde se reúne la iglesia. ¿Será?

MEDITE: ¿Y si nuestras prioridades como iglesia no son las prioridades ni de la Biblia ni del Maestro ni de Dios? Cuidado con ser odre viejo.

Fracasos generacionales

El líder fundador explicaba su método de manera muy simple:

  1. Misioneros extranjeros plantan una iglesia.
  2. Los miembros locales crecen, vigilados por esos misioneros.
  3. A su debido tiempo, los misioneros regresan a casa o se van a plantar otra misión y los locales son nombrados líderes.
  4. Estos líderes nacionales entrenarían a su vez a nuevos y así hasta alcanzar toda la nación y todo el mundo.

No suena mal… hasta que se puso en práctica y lo que ocurrió fue que esos líderes nacionales crecieron mal, medio torcidos, medio ególatras, medio medio. Llevaron de tal manera las cosas que se pelearon entre ellos, sacaron a algunos (¡sacaron hasta a su padre fundador!), metieron a otros y al final, con la iglesia hundida en una de las peores crisis de su corta historia, todos esos primeros “grandes líderes” nacionales se derrumbaron. De esa generación antigua no quedan más que uno o dos.

¿Qué pasó? ¿Qué hicieron mal? Me parece muy simple: el sistema estaba diseñado para tener un líder supremo al que todos se debían plegar. Cuando intentaron dividir el poder entre cinco, la cosa se salió de control porque simplemente el diseño original de su grupo no cambió. En cierta manera, era un acomodo piramidal que, al quererlo hacer trapezoide, reventó. Meter a un vocho 89 el motor de un Beetle 2013 no es buena idea. Tunearon la nave intentando hacer un auto del año y les salió un Simpson móvil.

Ante esto queda reflexionar en el fracaso de una generación que no pudo formar líderes que llevaran al grupo hacia el nuevo siglo. La realidad les pasó por encima. Ahora, como siempre, tienen dos opciones:

  1. Regresan a las prácticas más duras y rebasan por la derecha a su líder fundador (que parece gozar de buena salud), o
  2. Revolucionan todo y clausuran de una vez la franquicia para renacer como una nueva iglesia.

En ambas opciones hay costos elevados. Quizá el que más les duela (porque está en su ADN) es que muchos hermanos saldrán de ahí. Porque cada que un grupo cristiano sufre de este tipo de crisis, muchos creyentes sufren con ellos. Será a estos creyentes a los que se les deberá apoyar y orientar.

Por lo mientras, los que se quedan harán bien en poner sus barbas a remojar y harían bien en reconocer públicamente que se equivocaron. Sería el preámbulo para algo nuevo. Esperemos, pues.

Lo bíblico

¿Qué quieren decir los cristianos cuando dicen que tal cosa es «bíblica»? En el mundo protestante, se dice que algo «es bíblico» para vestirlo con legitimidad. Al ser la Biblia la máxima autoridad, el libro sagrado, todo debe tener una referencia al texto.

Pero las preguntas se acumulan. ¿Qué es «todo»? ¿Todo lo que la iglesia hace o dice debe ser bíblico? ¿Por bíblico queremos decir que imitamos a las diferentes comunidades de la Biblia? ¿Queremos decir que respetamos la esencia, la idea general del texto? ¿Decimos que si la Biblia lo manda, nosotros lo obedecemos? Cualquier grupo que se respete se adorna de «bíblico», pero en el fondo, pocos saben definir con claridad a qué se refieren con eso.

Va un ejemplo.

La Biblia dice en 1 Corintios 5:11:

Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis.

Entonces, si un hermano llega un día a la reunión oliendo a resaca y a fiesta desenfrenada, hay que echarlo fuera y ni siquiera dirigirle la palabra. ¿Es eso algo «bíblico»? Si fuera el caso, ¿cuántos grupos realmente aplican esta Escritura? Porque vendrá uno a citar: «ámense los unos a los otros» y argumentará que tratar mal a los hermanos, por muy borrachos o idólatras que sean, no es bíblico. ¿Tiene razón?

El tema no es sencillo. Con este tipo de interpretaciones bíblicas sesgadas se inician verdaderas batallas. Vemos en redes sociales a cristianos de diferentes grupos darse bibliazos, vociferando que uno es más bíblico que el otro.

¿No deberíamos empezar por confesar y aceptar nuestros alcances como conocedores de la Biblia? Por ahí podría venir un primer intento de terminar con las guerras de la Biblia, aceptando que uno tiene lagunas, ignorancia y deficiencias al momento de entrar al texto y que, dadas estas deficiencias, tratar de aplicar un concepto que no entiendo o que entendí mal podría tener como consecuencia algo terrible: promover justo lo contrario de lo que la Biblia dice. Entonces, quizá lo más correcto y honesto sea decir: «y esto es como yo (nosotros) interpreto (interpretamos) este texto bíblico y así es como lo aplico (aplicamos)».

Leer, hacer preguntas al texto, ir con Dios y pedir su auxilio, ¿no es eso parte de la esencia bíblica? Así que después de que su predicador favorito diga: «esto es bíblico», pregunte: ¿por qué?

EXTRA: ¿Qué pasaría si algo (o todo) de lo que usted creyó y practicó por años estuviera equivocado? Piénselo con calma y goce de su relación con Dios. Le va a gustar.

Enfoques, burocracia y ofrendas especiales

Si uno quería tener novia, el proceso que tenía que pasar era un tanto tortuoso. Empezaba con ir con su discipulador quien le contaba al líder. Éste le decía a la discipuladora de la hermana quien, a su vez, iba con la líder. Ellas dos (o solo la discipuladora) le preguntaban a la hermana. Si mostraba interés, se hacía el mismo proceso pero a la inversa hasta llegar con usted.

Venía entonces un periodo raro. Dos personas querían estar cerca porque se gustaba , porque sentían atracción o por lo que quiera y mande. Pues bien, el consejo consentido era: «aléjense un mes. No se hablen, no se manden mensajes, no salgan juntos». Nunca entendí muy bien el sentido de esto, pero supongo que era una especie de demostración de que en realidad se atraían. Supongo que era justamente tener una evidencia de esa atracción. Y creo que era una idiotez.

Si después de todo eso, usted seguía interesado en la hermana, quizá tendría una plática con el amado líder para leerle la cartilla y eso terminaría con un «¿y cuándo quieres pedirle que sea tu novia?». Era un momento feliz, sin duda. Quizá por todo eso, se le llamaba «estar enfocado». Pues sí, deberías tener más que fuerza de voluntad: negociar, demostrar, convencer, no a la hermana, sino a los amados líderes de que eras digno de tener una hermanita para ti. Esto requiere concentración, enfoque, pues.

Bueno, todo ese sistema se alimenta de dinero. Los amados líderes viven del dinero que los hermanos les dan. Y una vez al año, esa cuota se incrementa más de viente veces. Se le llama «ofrenda especial». Si usted la da, si usted llega con el pretexto de «no veo hombres, veo a Dios», pues luego no se queje de que esto que acabo de describir se repita. En realidad, si usted sigue dando su ofrenda especial, sigue alimentando al monstruo. ¿Se vale quejar?

PD.- Este sistema de noviazgos y parejas tenía una falla: podía salirse, casarse y regresar (restaurarse). Era un atajo que varios tomaron. La verdad es que, en la práctica, pocas desventajas tenía. De hecho, hay casos en donde el que lo hizo, regresa con su esposa ¡a dirigir a los casados que aguantaron vara ahí dentro! Y luego se quejan…

Flor de la abundancia en la ICMAR

Suponga que yo convenzo a cuatro personas de que cada una me regale cien pesos. ¿Qué les doy a cambio?: una fórmula, forma, método o técnica para que ellas a su vez convenzan a otras cuatro personas de que les den cien pesos.

En un solo paso, yo habré tenido 400 pesos. Si ellas convencen a sus cuatro, cada una habrá recuperado su inversión y tres cientos más. Das cien pesos, recibes 400. No suena mal. Si todo sale bien, en un solo paso se estará moviendo la cantidad de dos mil pesos. 

¿Cuál es la base de que esto funcione?

  • Uno, la confianza. Los primeros cuatro que reclute deben confiar en mí, y a su vez los que ellos recluten también deben confiar.
  • Dos, el dinero. Los participantes deben tener cien pesos, al menos, para «invertir».
  • Tres, los nuevos reclutas. Sin nuevos reclutas, usted pierde sus cien pesos originales.
  • Cuatro, por supuesto, que usted sea de esos primeros cuatro le asegura que tendrá mayor oportunidad de recibir su dinero. Lástima por los últimos, estos no tendrán de regreso su dinero nunca.

Esto se llama «negocio (o fraude) de pirámide». Me enteré hace poquito que algunas líderes ICMARs, movidas claramente por sus ganas de ayudar a las demás (🤔😂), han embaucado (ellas dicen «ayudado») a otras en un esquema similar al que acabo de describir.

Disculpen que lo diga así: su cinismo y amor por el dinero no tiene límites. Como ellas tienen la posibilidad de tener ese dinero rápido, incluso cuando lo pierdan, no lo hacen ver tan feo. Es el demonio el que está detrás de eso. Y me da mucha pena que algunas hermanitas hayan caído en tan evidente mentira. No sabemos muy bien cuántas porque todo ahí dentro es secreto (¡todo es tan parecido!).

La otra vez, en Foro TV, pasó un reportaje de eso. Se le llama «La Flor de la Abundancia«. ¡No vayan a caer ustedes en eso! Piensen así: si una líder ICMAR anda metida en eso, algo raro muy, pero muy raro, debe andar por ahí. No es solo que no declaren impuestos, sino que además no hacen un cálculo de saturación del mercado que les permitirá saber que entre más «telares» (así les llaman a sus grupos), menos probabilidades de recuperar su dinero.

Cuidado, pues. Y abracen a sus líderes con palabras de amor. 😇

El miedo supone castigo

En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. (1 Juan 4:18 RV60)

Cuando nos fuimos, ¿a qué le teníamos miedo? A alejarnos de todo aquello que ahí nos habían enseñado como lo bueno, lo mejor, lo santo, la voluntad de Dios. Porque en todo grupo religioso hay modelos que el feligrés debe seguir, ideales a los que debe aspirar, metas a las que debe llegar y, por supuesto, caminos (únicos) que conducen a eso. Todos los que se alejan de ese esquema son sospechosos de ser caídos, imperfectos y, en suma, pecadores separados de Dios.

Cuando nos alejamos de esas iglesias institucionales lo primero que se asomó por la ventana fue el miedo, ese temor de encontrarnos cara a cara con el «coco» que nos dijeron que existía «afuera». Temíamos estar completamente desechos, postrados en el suelo y escuchar esas terribles tres palabras: «te lo dije». En ese desierto, del que ya hemos hablado, esa sensación de estar haciendo lo incorrecto, de haberse equivocado, de dudar sobre si es la voz de Dios o la voz del demonio lo que estamos escuchando (ay por esta confusión), es terrible, paralizante e incluso mortal. Si en el desierto se detiene más de la cuenta, encontrará pronto la muerte. Y a esos temores apuestan quienes muestran y enfatizan el castigo antes que el amor.

Descubrimos algo: las iglesias institucionales tienen la necesidad de inventarse legiones de fantasmas y castigos porque, frente ese mundo salvaje de «afuera», les urge que el creyente las considere indispensables y únicas protectoras. Imaginen lo que sería de muchos que viven de esas iglesias cuando el creyente se diera cuenta que lo único que necesita para vencer es una relación íntima con su Creador, cuando repara en el hecho de que no necesita «pastores-puentes» entre él y su Padre. Enseñar a depender de Dios y no de los hombres debería ser uno de los principales objetivos de cualquier comunidad de creyentes.

Justo cuando uno dice «enseñar a depender de Dios», llega la poderosa escritura que abre esta reflexión: «el amor perfecto echa fuera el temor». Porque Dios es amor. Esta frase tan trillada sigue teniendo su valor. Si Dios no nos hubiera amado en Cristo, si Cristo no hubiese padecido por nosotros, si no estuviéramos redimidos, salvos y protegidos por el sacrificio de Cristo, entonces sí, deberíamos temer y temblar. Si usted tiene sus piernas sanas pero le da pavor tropezar y caer, muy probablemente preferiría una silla de ruedas a usar usar sus propias piernas. ¡Qué absurdo es esto! Pero lo mismo pasa con el cristiano que actúa más por temor a «perder su salvación» que por el amor inmenso que debería tener a su Creador.

Este miedo es una de las más grandes herramientas que usa Satanás contra nosotros, pues no quiere que crezcamos y lleguemos a ser todo lo que Dios sabe que podemos llegar a ser. Pero, fíjese cómo muchas iglesias hacen el caldo gordo al enemigo: el creyente promedio no teme a Dios sino a eso que alguien le dijo que era Dios. Lo primero que deberíamos decir es «¡eso no es Dios! Al menos aprenda a distinguir entre el Dios viviente y el dios de papel que le enseñaron en su grupo religioso».

El cristiano se perfecciona en el amor. Nosotros hemos aprendido a distinguir los temores que provienen de los viejos paradigmas. El proceso de des-aprender no es sencillo. De vez en cuando aparece el antiguo hombre religioso, el moralista que actúa motivado por «no me vaya a castigar Dios». Es entonces que debemos regresar al amor. Al fin y al cabo no estamos en este camino para ser bendecidos, para huir del infierno, sino por ese amor ardiente que Dios nos tuvo primero y al que nosotros respondimos. Qué desdichado debe ser el cristiano que vive en el temor de perderlo todo y no en la seguridad de que ya tiene todo.

Y hemos visto milagros, crecimiento, libertad y perfección en el creyente que, a pesar del miedo, se avienta de frente al camino del amor. Es ahí y sólo ahí, despojado del viejo hombre, del miedoso y cobarde hombre natural, que un día se encuentra de frente con el Dios de amor que su Maestro le enseñó. Por ese instante valen la pena todos los años que pasamos en el desierto. Oramos porque ese encuentro llegue y usted sea un perfecto amante. Vale la pena. Es lo único que vale la pena.

Paralizarse-de-miedo

El desierto

Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían (Marcos 1:12-13 RV60)

Cuando salimos de una iglesia institucional, dejamos atrás amigos, costumbres, tradiciones, hábitos. Y nos encontramos de pronto con algo que suena terrible: la nada. No tenemos una agenda preestablecida que indique qué toca hacer cada día. No tenemos reuniones con horarios inflexibles («si no llegas a tiempo, no entras a la reunión»). No recibimos castigos por incumplir las obligaciones que otros impusieron. No hay horarios fijos. Y entonces uno siente que llegó al desierto. Es ahí cuando uno sabe que, ahora sí, está afuera, lejos de todo eso que por años le daba sentido a nuestra vida, lejos de aquello que nos daba incluso identidad. Ya no es nuestra iglesia. Ya no es nosotros, son ellos.

En ese momento muchos hermanos se quiebran. Como los israelitas en el desierto, prefieren la comodidad de la esclavitud (al menos tenían seguro techo y comida) que la libertad del desierto, donde comían siempre lo mismo y no parecían tener claro el rumbo. Extrañan lo bonito que, definitivamente, hay en sus jaulas religiosas: sus amigos, fiestas, excursiones, abrazos, risas. Olvidan que eso les quitó y les desvió de otro propósito: construir una relación personal con Dios. No estamos en una iglesia porque haya amigos sino porque esos amigos nos ayudan a crecer y a conocer en y con Dios. Nada de esto sirve: quieren «comer» aunque les cueste su libertad, esta última, condición imprescindible para crecer espiritualmente. Vagan por el desierto, se van en pos de espejismos, a veces caen en caravanas de beduinos, vuelven a ser dañados… en el peor de los casos, mueren en el desierto.

Nada de esto ocurrió con el Maestro. Nos llama la atención que lo primero que el Espíritu le impulsa a hacer es ir al desierto. Los tres evangelios sinópticos coinciden en eso: 1) Jesús va al desierto, 2) es tentado por Satanás, 3) vence, 4) es servido por ángeles. Los evangelios también coinciden en informar que ahí pasa cuarenta días. Es el número canónico de la preparación. Jesús es inspirado por el Espíritu a ir al desierto a prepararse. Ahí es probado por el enemigo. Vence por el poder de la Palabra de Dios. Cuando regresa, el Maestro proclama el arrepentimiento. ¡Qué lejos del desierto están las iglesias! Quieren que el nuevo cristiano ande en su grupo, que no se separe, que dependa de ellos. ¿No decimos que el creyente siempre está acompañado por el Señor? Entonces, incluso cuando está en el desierto, en la soledad y el calor del desierto, el cristiano no está solo nunca. Es ahí donde recibe instrucción y entrenamiento para empezar la batalla diaria que significa la vida cristiana. El enemigo atacará, le ofrecerá todo para que se rinda a sus pies. Ahí, en medio de «las fieras”», el hijo de Dios sigue gozando de todas las prerrogativas de un nacido de Espíritu. Va a triunfar. Está garantizado.

Ahora bien, nosotros nos damos cuenta de otra cosa más en el desierto: no existe la dicotomía «afuera-dentro» que enseñaban en el club religioso. Si lo que dice el párrafo anterior es cierto, ¡siempre estamos dentro de Dios! Además, hay otros cristianos caminando (no todo el que vaga está errado, dice una frase) en el desierto y es maravilloso encontrarnos. La comunión que existe entre estos hijos de Dios es extraordinaria. Caminamos juntos, reconocemos las tentaciones y las armas espirituales que cada creyente utiliza para vencer y crecer en el Espíritu. A veces los no-caminos del desierto convergen y otras divergen. Pero, ¡ay de nosotros si interrumpimos el crecimiento único y personal de cada creyente!

Esto no es sólo palabrería. En nuestro caso se ha traducido en una comunidad de creyentes que se reúne para estudiar las Escrituras, compartir sus derrotas, sus victorias, sus preocupaciones y sus ocupaciones. Hemos compartido el evangelio a quien no lo ha escuchado. Lo hacemos con la predicación del domingo, pero el mejor método es ser nosotros mismos el evangelio viviente. No tenemos campañas de proselitismo. Tenemos dos preguntas básicas: ¿cómo crecemos en Dios? y ¿para qué propósito nos puso Dios en este plano de la realidad? Y el desierto es un lugar maravilloso, fuera de ruidos y de distracciones, para esperar la respuesta de nuestro Señor. Esa respuesta siempre, siempre, siempre llega.

¡Que Dios bendiga a los libres que obedecen el llamado del Espíritu para ir al desierto!

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Donde la Biblia calla…

Todos sabemos de memoria esta escritura:

Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Dios me ha dado autoridad en el cielo y en la tierra. Vayan pues a la gente de todas las naciones y bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enséñeles a obedecer todo lo que yo les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. (Mateo 28:18-20 DHH)

Podríamos reflexionar y meditar sobre este pasaje y sus implicaciones. Algunos temas:

  • ¿Qué son «las naciones»?
  • ¿Qué es «bautizar»?
  • ¿Qué es «en el nombre de…»?
  • ¿Qué es «Padre, Hijo, Espíritu Santo»?
  • ¿Qué mandó Jesús (porque eso hay que «enseñar a obedecer»)?

Y podríamos seguir (¿hay variantes textuales?, si existen, ¿son importantes?).

Pero, ¿qué pasa si agregamos palabras que ni en los manuscritos ni en las traducciones ni en ningún otro lado más que en nuestra imaginación existen? Que nos vamos a encontrar ante una de las más básicas artimañas del demonio: torcer la Escritura para que parezca otra cosa cuyas implicaciones  alejen al creyente de Dios y lo pongan en bandeja de plata para Satanás. Es el diablo el padre de la mentira.

Veamos un solo ejemplo. «bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (en una generación)». Esas tres palabras, en apariencia tan insignificantes, cambian completamente el sentido original del texto. Y sus implicaciones son muy fuertes como para quedarse callados.

Si Mateo 28:18-20 dice «en una generación», es claro que por dos mil años, nadie, ni Pedro ni Juan ni Pablo ¡ni Jesús! lo cumplieron. El Nuevo Testamento tiene ejemplos de miles de conversiones. La historia del cristianismo da cuenta de millones de personas rendidas a Cristo… pero en ningún lado ni en ninguna parte de los últimos dos milenios «el mundo entero» fue bautizado en Cristo. Nunca. No está bien ni mal: es un hecho.

Cuando un grupo religioso decide unilateralmente poner palabras a la Escritura, cae en la categoría de demoniaco. Por muy buenas intenciones que parezcan. En este caso, impone una responsabilidad al cristiano que decide creerles a ellos. Los lleva a hacer del proselitismo el eje de su vida cristiana. Pero lo más importante: enseñan una mentira.

El hecho es tan evidente que solo quien no lo quiera ver no lo verá: la Biblia no dice lo que ellos afirman. Es su interpretación y como tal deberían aclararlo. Si no lo hacen, lo que se enseña ahí no es Bíblico.

La práctica de añadirle (o quitarle) al texto bíblico es muy común entre grupos sectarios que quieren ganar adeptos con una «nueva revelación». Es peligroso caer en uno de esos grupos porque tacharán a los demás como «tibios», «muertos espirituales», «perdidos» y otros adjetivos. Donde la Biblia guarda silencio, yo lo debo hacer so pena de merecer la ira de Dios.

La solución a esto es mostrar el texto revelado. La Palabra sigue siendo tan luminosa como siempre y pronto se distingue el oro de la falsa bisutería. Nuestras oraciones para que vaya en aumento el número de aquellos que seguirán deslumbrados por la Luz Poderosa.

Algunas propuestas para la ICMAR

¿Puede la ICMAR salir del hoyo en el que ha caído? ¿Puede realmente rescatar algo de lo perdido? ¿Sus líderes pueden “competir” frente a la personalidad de los discípulos de Kip?

Una visión fatalista dirá que no, que el futuro cercano, ahora que suenan los tambores de guerra, sólo depara meses y hasta años de violencia verbal, divisiones, salidas masivas, reparto de culpas (y de botines), y sí, verdaderas caídas de la fe. Esta es la respuesta más sencilla cuando un mira los hechos. Casi treinta años después, la ICMAR no ha logrado dar un salto de madurez para consolidar la institución. Siguen dependiendo de las ocurrencias, cada vez más aburridas y predecibles, de sus “evangelistas”. Dependen de las enseñanzas, cada vez más una repetición, de su único maestro. Y dependen de los olvidos y la memoria de los hermanos. Me refiero que hay quien todavía recuerda la época dorada de los noventa y suspira por ello. Y hay quien el nombre “Kip McKean” no le dice nada. Estas dependencias no le hacen bien y quitarlas luce algo complicado.

Pero hay otra salida, creo, para su crisis. Y es el camino de todos los que realmente cambiaron en la Biblia. Zaqueo, aquel cobrador de impuestos, lo hizo: reconocer todos sus pecados, actuar en consecuencia a tal confesión de parte, y seguir al Maestro. Quienes deben empezar, por supuesto, son sus líderes principales. Los de Kip tienen un as bajo la manga: dicen que los líderes de la ICOC (la casa matriz de la ICMAR) mintieron en cuanto a la caída de su caudillo. ¿Por qué eso suena tan verosímil? Porque de esos líderes, tristemente, sí se espera que mientan, que escondan detalles, que no cuenten toda la historia. No estoy diciendo que el argumento de Kip sea cierto. Estoy diciendo que parece cierto. Los líderes de la ICMAR deberían de empezar a responder: ¿por qué suena realista esa evidente mentira de Kip? Y la respuesta no es agradable: porque en el pasado lo han hecho. Y deben empezar a dejar de hacerlo. ¿Cómo? Aquí unas propuestas:

  1. Empezar una temporada en que dejan atrás sus sermones aburridos y francamente malos (donde Michael Jordan sigue siendo un ejemplo de gran ganador) para dar paso a contar su historia. “Esto somos, hermanos, de aquí venimos”. Sin adornos, sin guardar detalles vergonzosos. Adornar y pulir la historia para que cuadre en una visión romántica donde todo es maravilloso y sólo hay unos anecdóticos tropezones, no ayuda. Ahí deben responder ¿cómo hemos llegado a esta situación actual?
  2. Eso implica que ellos (“los cuatro fantásticos”) reconocen interiormente todos sus abusos y todas sus mediocridades y todas sus limitaciones. Pero de verdad. Sin falsos dramas ni desorbitados optimismos. ¿Hace falta quién les haga el diagnóstico? Me propongo. ♥ Mi punto es que si los hermanos (todos, sus congregaciones en pleno, no su grupo de líderes, no sus discípulos, no quienes les aplauden y dicen que sí a todo) si los cristianos no sienten que ellos realmente están reconociendo la crisis, simplemente sus horas como iglesia unida están contadas.
  3. Este es el paso más complejo. Si los de Kip están equivocados (y lo están), los líderes ICMAR deben tener claro qué los diferencia. El riesgo que se corre es que vuelvan a esa época en donde desde el púlpito se enseñó que eran la única verdadera iglesia. Pero si no dejan claro por qué ellos no coinciden con Kip, la confusión va a reinar entre los hermanos. Y si en el camino deben de marcar también sus diferencias entre super-regiones y entre liderazgos, lo deben hacer. Basta de amistades simuladas, de uniones hecha a base de papel estraza. Si Mario no soporta a Vargas y si Arturo no soporta a ninguno, lo deben hacer explícito (y si Andoreni… bueno, él debe pedir consejo antes de hacer nada). Lo contrario llevará a una situación similar a lo que pasa en Neza, donde la guerra entre sus líderes clama al cielo (¿quieren insultar a uno de los dos que dirigen ahí? ¡Llámenle con el nombre del otro!). Reconocer esas diferencias ayudará a reconciliarse entre ellos. Aquí deben responder la pregunta: ¿qué realmente nos hace diferentes a Kip?
  4. Tienen que reconocer y dejar de presionar y mandar maldiciones o de hacer la ley del hielo a quienes se van de su iglesia. Esto no está en el ADN de la ICMAR, que considera traidor, débil, caído a quien se va. Pero si sinceramente dejan la puerta abierta y con honestidad dicen “seguimos siendo hermanos”, evitarán, al menos, una violencia espiritual innecesaria. Además, harán que la cara de los discípulos de Kip se caiga de vergüenza porque ahí sí que las pedradas al “antiguo movimiento” y a todo “lo religioso” están presentes todo el tiempo (aunque digan lo contrario). Y esto, evitar rencores y competencias entre supuestos cristianos, no es cosa menor.
  5. La ICMAR debe cuidar de verdad a las “iglesias de provincia”. Al menos a las que formalmente supervisa. Lo que en un inicio era un aparente cuidado, terminó siendo un lugar de vacaciones de tal forma que se cuenta cómo al discipulador de Cancún le encantaba ir a discipular esa iglesia pero no Mérida (¡mira tú, tan bonita Mérida!). No. Ahí se cocinan conflictos dramáticos que, no porque sean diez o veinte los miembros de esas iglesias, son menores. Si no preparan algo con ellos, a largo plazo veremos ya no sólo la capital sino todo el país compitiendo por con quién se va… y si Kip suelta dinero (como ocurre), también perderán ese flanco.

Nada de lo que acabo de describir es fácil o sencillo. En realidad es doloroso. Pero si no hacen algo realmente importante, el dolor que pasarán cientos de hermanos será peor y más intenso. Pidan perdón, retírense a hacer sólo aquello para lo que Dios los llamó (incluso si Dios los llamó a hacer congresos de solteros), den pie a que en su iglesia entre aire limpio. Revisen con alguien más que con Arturo temas como los noviazgos (¿de veras creen que la Biblia dice que no se pueden casar más que entre ICMARs? ¿Un matrimonio entre los de Kip y los de la ICMAR es válido?), el dinero, el discipulado, el evangelismo, el liderazgo (el pagado y el no pagado). Den una vuelta de tuerca.

Aunque no lo crean, tienen una feligresía noble, inteligente, madura, humilde y espiritual (deberían ver cómo me hablan en privado estos hermanitos de buen corazón, cómo los defienden). A pesar de sus líderes…

Una emboscada

[OJO: esta historia está basada en hechos reales. Sin embargo, se cambiaron los nombres para no herir susceptibilidades. Cualquier parecido a la realidad es mera coincidencia. De veras.]

Eddy (así lo llamaremos) era un líder bronco de la ICMAR. Un día se enteró que un tal Luis Venegas, caído y traidor de la fe, andaba enseñando herejías por su tierras (él no usaría la palabra “herejía” porque no la conocía, siempre presumió su ignorancia; él diría: fuera de la sana enseñanza), a sus solteros y a sus miembros (porque eran SUYOS, sin duda). Cuando supo que la casa donde se reunía ese Venegas era la misma en donde sus solteros tendrían un convivio, mandó a Jorgito (así lo llamaremos) a decir que el amado líder decía que ahí no se podían reunir, que no fuera a ser que se contaminaran. Pero la cosa no paró ahí. Tan celoso de su deber era (es), que Eddy preparó una emboscada.

Un grupo de los que se reunía con Venegas se veía en la semana para tiempos de oración. Así que, de sorpresa, este Torquemada de Neza llegó y cuando empezaba la reprensión, los hermanos ahí reunidos le contestaron con tal amabilidad y conocimiento de la Escritura (y de su oscuro pasado, eso que ni qué) que lo dejaron callado. A Eddy nunca le dijeron que meterse a palabras con ancianos, que hacerlo a traición, y además sin el supuesto líder (o sea, el Venegas caído), no era buen negocio. Cuentan los que estuvieron ahí, que Eddy venía preparado con unas cuantas Escrituras, pero cuando subió el tono de voz, hasta de eso se olvidó. Le ganó su indomable carácter. Pero qué importa: él no sería como Martincito (así lo llamaremos), su némesis en Neza, que dejaba que todo tipo de desórdenes pasara en su iglesia. Eddy se fue con la cola entre las patas… pero compartió a sus superiores su hazaña, cómo combatió a los caídos, a los que querían robarse al rebaño.

Sus amados líderes lo felicitaron. Sus solteros no se contaminaron. Su sagrada familia ocupó cargos en su empresa-iglesia. Su conflicto con Martincito siguió. Su amado líder cambió de iglesia. Pero él dice que Luis Venegas es su amigo. Dice que sigue orando para que regrese. Niega que aquello fuera una cobarde, estúpida y mundana emboscada que le salió mal. Eddy, como Rigo, es amors… y es ICMAR. Eso, se me hace, explica todo.

La agonía de la ICMAR 

La ICMAR está moribunda. A pesar de los fuegos de artificio y de los adornos que le pongan, es como la tienda que se fue a la quiebra y hace un último intento para rematar sus productos con una campaña publicitaria. Pero está quebrada. ¿Cómo no va a estarlo cuando irse con los KipMarcianos es considerada una opción válida y mejor que quedarse? ¿Cómo explicar que la sectita tenga más sex appeal que la secta? Algo está terriblemente podrido ahí dentro y todos parecen contener el aliento para no olerlo. Se alejan a prudente distancia con la falsa esperanza de que cuando explote no se llenen de las porquerías que saldrán expulsadas por los aires. La ICMARCITA, ese experimento de Kip, está sana, chiquita, diminuta, pigmea, pero sana, demencialmente sana (es decir, igual de dañina que siempre)… mientras, la ICMAR languidece y parece disfrutar su propia agonía. En este asunto, sólo el tamaño parece contener el problema: ambas son un grano de arena en la inmensa playa cristiana. Al menos.

Religiosos

Los días guadalupanos, que en México son el 11 y 12 de diciembre, me conmueven mucho… tanto como cuando recuerdo esos días en que nos desvelábamos y no dormíamos por orar y leer la Biblia; cuando no comíamos porque era comprar la comida o dar la ofrenda; cuando nos subíamos a vender dulces porque iniciaríamos una “misión”; cuando los domingos nos levantábamos temprano para el pre pre pre servicio; o como cuando corríamos al Metro porque nos dejaba el último; o cuando hacíamos guardia cerca de la casa del hermano débil para cazarlo y decirle que si no iba era caída; o cuando a la hermana soltera se le decía que siguiera orando porque su pareja tenía que ser de la misma secta; o como cuando a nuestra familia le decíamos que nuestra verdadera familia eran los de la secta y no ellos…

La única diferencia es que nosotros presumíamos de hacerlo siempre, no una vez al año… eso y que nadie nos daba cafecito gratis en la calle (salvo el 11 de diciembre cuando sí nos daban porque caminábamos por las mismas calles que los guadalupanos).

No olvidemos

Los cristianos que vivimos de este lado del mundo deberíamos recordar de vez en cuando que nuestras creencias significaron para miles de seres humanos destrucción de monumentos, violaciones tumultuarias, asesinatos colectivos, muerte. Muerte que venía en forma de espada y cruz. Así que a la par de que detestamos lo que en estos días los musulmanes hacen en nombre de Alá, recordemos lo que aquellos salvajes, rupestres, sanguinarios cristianos de España hicieron en América hace 500 años.

Diez cosas que los padres responsables deberían saber sobre Kip McKean y su movimiento

Tomado de: http://www.exicc.org/2014/10/concerned-parents-kip-mckean-icc.html Traducción libre:

10. Dos terceras partes de la Iglesia Cristiana Internacional (ICC, por sus siglas en inglés) está compuesta por estudiantes universitarios de entre 18 y 22 años. Muchos son echados de la universidad porque son incapaces de gestionar la escuela y la rigurosa agenda de la iglesia que cada miembro tiene la obligación de cumplir: iglesia el domingo, servicio a mitad de semana el miércoles, charla bíblica el viernes discipulado (D-Times en inglés), reuniones, evangelismo o «compartir» varias horas al día, estudios bíblicos con nuevos reclutas, «servir» a líderes pagados haciendo labores de limpieza de su casa, cuidado de niños, recados para ellos, etc. Si no se cumplen estas exigencias, los estudiantes son sometidos a sesiones de quebrantamiento donde se les hace sentir que tienen un mal corazón y que son egoístas por no poner a la iglesia en primer lugar y como resultado se ponen en riesgo de ir al infierno.

Más

Placebos

Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente (Mateo 9:17)

El gran problema cuando se vive en un sistema religioso abusivo es que muchos de las soluciones de hermanos bien intencionados son sólo calmantes. Es querer curar el cáncer con agua oxigenada. Lo viví y lo sigo viendo. ¿Por qué no funcionaba la campaña evangelística? ¿Por qué los hermanos seguían igual después de la velada de oración? ¿Por qué los hermanos seguían faltando y no daban sus ofrendas y “pecaban”? ¡Porque todo el sistema estaba quebrado! Había hermanos que tenían muy buenas ideas, muy buenas propuestas. Pero llegaban a las manos de los líderes y todo lo que ese plan tenía de vivo se convertía en algo acartonado, seco, aburrido, tibio. Eso, si pasaba por la autorización de los superiores. Si decidían hacerlo “por la libre” y simplemente lo empezaban, no faltaba el día en que la jerarquía se enteraba y terminaban con el plan, con el hermano y con toda idea que no tuviera su bendición. No es que no creyeran en los hermanos entusiastas. No. Lo hacían todo en nombre del orden, el progreso y la paz de su iglesia. Estos hermanos de buen corazón siguen existiendo. Todo mundo los conoce… y todo mundo sabe que ahí no serán libres de aplicar su idea hasta que lleguen a cierto nivel de liderazgo y, entonces, se tendrán que cuadrar a lo que otros liderazgos autoricen. En los sistemas jerárquicos, los cambios suelen venir siempre de arriba hacia abajo. Pero de muy arriba. Es ahí donde el sistema se mantiene. En esos puestos, algunos líderes se suelen quejar de lo apático de los hermanos. Piden alguna propuesta y nadie propone. Dan a conocer un plan y todos dicen que sí. ¿Cómo pretenden que los hermanos opinen cuando nadie les ha enseñado a hacerlo? ¿Cómo va alguien a dar una idea cuando los han oprimido por años? ¡No saben volar! Así que esos lindos planes no son más que placebos. El Espíritu de los hermanos no es alimentado. Lo pueden ver en cientos de congregaciones: las cosas se hacen así porque así se han hecho por décadas. El hermano entusiasta más tarde o temprano se da cuenta de eso. A veces concluye que el malo del cuento es él. No. El sistema está rebasado, no funciona, no sirve. El responsable, hay que decirlo, es el liderazgo. Son ellos y no el hermano bien intencionado los que sojuzgan a la Iglesia. Pero, como lo hemos visto también, el creyente un día se da cuenta que las alas nunca se las cortaron y simplemente vuela. ¡Qué maravilloso día ese!

¿Y los pobres?

Pero vosotros habéis menospreciado al pobre (Santiago 2:6)

“Todo se lo debes a la iglesia”. Una y otra vez me lo dijeron. Cuando estaba dentro, esta frase funcionaba para que no me fuera. Cuando estuve fuera, era un reproche por lo malagradecido que había sido. Ellos lo creían. Había algunas evidencias de que era cierto. Muchas personas llegan ahí con vidas destruidas, con una visión terrible de sí mismas, con dependencias enfermizas hacia sustancias, personas, grupos. El típico converso viene de un desastre personal y su último recurso es la religión. Es ahí, en esa institución, donde le llenan de sentido, donde le dan una guía para que sienta que pisa en suelo firme. Es ahí donde tiene esa epifanía, esa revelación de que hay algo por lo que vale la pena seguir vivo. Esa persona vive con entusiasmo y con pasión su nueva vida. ¿Cómo alguien se atreve a cuestionar su ancla a la felicidad? Si esa persona, además, empieza a tener autoridad, afirmación, la institución tiene ganada la lealtad casi absoluta del converso. Porque, además, en algunos casos, esos conversos se vuelven profundamente incompetentes en la sociedad. Mientras que la sociedad los mira como mediocres por no pasar de ser taxistas, albañiles o profesores, en su iglesia aparentemente los valoran y puede ocurrir que el taxista sea el líder espiritual del gerente de una poderosa empresa. Pero esto es una excepción y no la regla.

Cuando uno mira a los verdaderos jefes de la institución y observa con detenimiento sus intereses y ambiciones, se lleva sorpresas. ¿Cuántos siguen diciendo que dejaron mucho por estar en la iglesia? ¿Cuántos son mirados como “héroes” por rechazar el nombramiento de alguna corporación y dedicarse de “tiempo completo” a su iglesia? Los hermanos que no son dueños de títulos y dinero son, a lo más, buenos servidores, leales, pero no verdaderos “líderes”. Noten cómo la ambición de muchos de esos pastores es tener la misma vida que un alto directivo de una empresa. Y en el fondo, el taxista leal jamás es reconocido ni en la sociedad (cosa que no le importa) ni en su iglesia (tragedia total). Les duele saber esto: las grandes decisiones no son tomadas por ellos sino por los que ambicionan tener la vida que el mundo según ellos les daría de no estar ahí. Sus autos, casas, viajes, ropa lo demuestran: estos pastores desprecian y miran hacia abajo al converso entusiasta pero pobre.

No. Tan feo como es, en esas iglesias donde se ambiciona un estatus en el mundo más que uno en el cielo, no tienen cabida los que simplemente quieren atesorar oro en el cielo. Unos viven en el más acá y otros en el más allá. Y visto así, a muchos de esos líderes les queda perfecta la frase: ellos sí le deben todo a su iglesia. Y por tanto, no dejarán ni soltarán el negocio.

Una sola carne

Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne (Génesis 2:24)

Hay a quien le encantaría que este versículo dijera: “Por tanto el hombre irá ante un representante de Dios o del Estado para que les de la bendición, dejará a su padre y a su madre y serán una sola carne”. Me he topado con parejas bien establecidas, que por años han vivido juntos, que han criado a sus hijos e incluso ya son abuelos. Pero nunca nadie les dio una autorización, una bendición, un papel que dijera que esos tales son un matrimonio. Entonces, un día el papá le dice a la hija “me voy a casar con tu mamá”. Inicia una bonita celebración familiar donde los padres se van a casar porque por veinte años quién sabe qué eran. Cuando esto se traslada a la iglesia, la situación es todavía más dramática. No sólo no son matrimonio: están en pecado. Y mientras no se casen, Dios no los mira con agrado. Por supuesto, en nuestras culturas, una boda no sólo es ir ante el juez o ante el ministro a solicitar su oficio de autorización. No. También es gastar para la celebración. Como algunos no pueden o no quieren hacer tal gasto, esa pareja no casada pero viviendo juntos, termina siendo la apestada de la iglesia. No puede ni siquiera aspirar a un puesto dentro de la estructura: incluso su mismo cristianismo está bajo sospecha. He visto casos de verdadero terror emocional: “si no te casas, sigues siendo una hija del diablo”, “Dios te vomita y no puedes ser su hija porque vives con un hombre”, “tu pecado se llama fornicación y mientras no lo dejes, estás lejos de la gracia”. Las parejas así, terminan fuera porque la presión para tener el papelito es muy fuerte. O bien, terminan rendidos ante lo evidente: si quieren ser parte del club de fans de Dios, deben obedecer las reglas de dicho club. Esta obsesión por las obras, disfrazada de piedad, es una trampa del demonio, es lo peor que le puede pasar al cristianismo. Metidos en un lío de confusión de cultura, religión y buenas intenciones, el matrimonio ritualista se convierte en un instrumento de dominación y manipulación constante. Me gustaría decirle a esas personas engañadas: no, Dios no lo ama menos porque no tiene el papel del juzgado civil. Dios lo ama porque sí, porque así quiere. Goce de ese amor… y del amor de su pareja.

Buenos pretextos

Centrarse en uno mismo es lo contrario de centrarse en Dios. Cualquiera completamente absorto en sí mismo, no tiene en cuenta a Dios; termina pensando más en sí mismo que en Dios. Esa persona ignora quién es Dios y lo que Dios está haciendo (Romanos 8:7)

“Yo estoy aquí por Dios, no por los hombres”. Un día me di cuenta que en realidad seguía ahí porque pensaba más en mí mismo que en Dios. Todos mis pretextos caían en un círculo vicioso en donde me condenaba trágicamente a estar en ese lugar porque me daba miedo salir. Y ese miedo me paralizaba. Me hacía posponer lo que ya era inminente: ese no era mi lugar. También ponía de pretexto que Dios no era claro en lo que me pedía. ¡Pero sí que lo era! Sólo que mi ego me ponía una barrera ficticia. Me daba cuenta de que su doctrina era perversa. Sabía de los abusos hacia hermanos. No desconocía los desastres en el manejo del dinero. La falta de crecimiento era grotescamente evidente. Y yo seguía ahí. No podía huir. No podía ser un traidor. No podía ser un cobarde ni malagradecido ni amargado ni rencoroso. Me habían atado pero yo había encontrado la llave y no la usaba. Entonces venía la culpa: sí estaba huyendo, siendo traidor, cobarde… pero conmigo mismo. La sensación de estar en un lugar donde todos tienen caras felices y tú no es insoportable. “Quizá yo esté mal y ellos bien”. Así pasaron meses enteros. Tenía que poner cara de felicidad pero en la intimidad de mi recámara, mi vida espiritual agonizaba. Estaba seguro, además, de que no era el único.

Pero llegó el día. Nadie me trató mal. Nadie me hizo un gesto de desagrado. Simplemente vi con claridad que seguir sometiendo mi voluntad y mis decisiones a hombres con buenas intenciones pero con espiritualidad tendiente a cero, era una estupidez mayúscula. Se trataría a partir de ahí en centrarme en mi o en centrarme en Dios. No tenía que ver ni siquiera con el lugar en sí mismo porque siempre he sabido que hay más de uno ahí dentro con una gran relación con Dios. No. Era mi propio llamado. Esa voz que me había dicho desde hacía tiempo que yo tenía que salir. Era eso que el mundo llama “intuición”, “corazonada”, “sensación”; pero que yo llamo simplemente Dios. Salir de ese lugar, para mí, representó en realidad ponerme ante el reto de seguir ocupado en mi carne o estar ocupado en los asuntos espirituales. Es mi oración que usted adivine cuál le conviene más. Así será.

No hay condena

…ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1)

Uno de los clichés más repetidos entre los críticos del cristianismo es que el cristiano vive con un sentimiento de culpa permanente. Según este argumento, el cristiano vive todo el tiempo con la culpa de haber asesinado a Cristo. Una vez que se cree esto, afirman, las acciones serán motivadas por esa culpa. En esa vida, el cristiano se encuentra en un estado de permanente angustia. Quisiera decir que esto no es cierto. Pero la realidad es que en muchas sectas, la culpa es el arma de dominación favorita. Los predicadores y maestros de esos grupos quieren grabar con fuego la duda existencial del cristiano: ¿irás al cielo? ¿Estás seguro de tener y vivir “la sana doctrina”? “No olvides que tú mataste a Cristo”. El cristiano entonces vive una existencia miserable, de duda, culpa y dolor. El creyente así se vuelve esclavo de un sistema que le enseña que afuera todo es feo y malo. Estos sistemas condenan a una vida de dependencia en ellos mismos, no en Dios. Incluso cuestionan la validez del cristianismo de otras personas. No van a llamar “hermano” a nadie que no sea los que ellos mismos validan. “Para empezar, dicen, ¿eres realmente cristiano?; ¿tu cristianismo es verdadero?”. Ya desde ahí, uno tiene que pedir a Dios que tenga misericordia de las víctimas de estos sistemas.

Vamos a usar esa terminología. Un verdadero cristiano sabe que desde el mismísimo momento en que creyó y confesó a Jesús como su Señor y Salvador, desde ahí, no tiene ninguna condenación. Eso está escrito. La Biblia lo dice con todas sus palabras. Si usted duda de su salvación, en realidad está dudando de Jesús y si ese es el caso, mi recomendación es muy sencilla: ¡conozca a Cristo! Por supuesto que existen miles de personas que se congregan diariamente en todo el mundo. Hay grupos con motivos cristianos, con la máscara cristiana. Esos grupos creen poseer la verdad absoluta. Pero si ahí no le enseñan a ser libre, a crecer en su cercanía con Jesús, y, en suma, le dicen todos los días que si usted peca, si piensa mal, si no obedece, está “poniendo en riesgo su salvación”, y usted se lo cree, por más bautizos o ritos de iniciación que haya tenido, siento decirle que usted, en efecto, cree otra cosa, pero no el evangelio cristiano. Porque, hay que decirlo con claridad: la certeza de la salvación está en la certeza de estar en Cristo Jesús. Y esto es por fe (por creencia), no por ninguna otra cosa.